De un tiempo a esta parte parece que la gestión del patrimonio cultural se hace pensando antes en el beneficio económico o publicitario de unos pocos que en el derecho al conocimiento de todos, pero la responsabilidad no recae únicamente en los promotores de eventos que pueden terminar dañando el patrimonio, sino también de aquellos que participan en ellos.
Hace unos días nos desayunamos una noticia que indignaba a la vez que nos dejaba perplejos: el uso de un espacio arqueológico de alto valor histórico como campo de pádel, para más señas en Mérida. Por el momento es todo un propósito de intenciones y aunque hemos encontrado indignación en las redes sociales, con petición incluida para retirar el acto, somos bastante pesimistas en cuanto al resultado final de todos esto.
Podíamos pensar que es algo exclusivo de nuestro país, pero lamentablemente no es así, ponemos en riesgo nuestro Patrimonio sin pensar en las consecuencia con la primera de las ocurrencias que puedan venir del primer iluminado de turno. Lo importante no es la protección del Bien Cultural sino aglomerar la mayor cantidad posible de gente con las más variopintas razones y explicaciones. Desde el snobismo más atroz, como es el caso de montar un campeonato de pádel en…
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